jueves, 24 de diciembre de 2020

ENTRE EL JÚCAR Y EL CABRIEL- EL PAÍS DE LA NIEBLA

 


Cierta gente, esos que forman el reducido grupo de  lo que solemos llamar gente guay, denomina a este territorio extremo de la gran llanura manchega -que cuelga directamente sobre tierras valencianas- mesopotamia, que en cristiano quiere decir: tierra entre dos ríos. Geográficamente es así: ocupando una posición central entre el curso del Júcar, al Sur, y el Cabriel, al Norte, Casas Ibáñez es una población anodina y culturalmente inerme, con demografía en franco retroceso y una población envejecida que perpetúa el mito del gañán que siendo tonto como un terrón, se piensa que el  Consejo de Ministros ha de contar obligatoriamente con su opinión facultativa. La gente guay, los que bautizan desde la oficialidad de su web el mito republicano de la Manchuela como una desconocida Mesopotamia roja, paraíso de las  clases oprimidas, no son menos pretenciosos que la ilustrada masa de campesinos. Aparte la ancestral estulticia que caracteriza su pensamiento, una insufrible pátina de soberbia -lo que yo llamo el aura y merece estudio en otro apartado- recubre todos sus artificios sociales. Su manera de vestir, su mascarilla morada con la bandera republicana y el arco-iris, su aparente desenvoltura social, sus expresiones... Al fin y al cabo no se trata más que de parafernalia conductual, acendradamente adquirida en esas escuelas particulares del completo ciudadano socialista. Gente pija como otra cualquiera, nada especial: papá de posibles y contactos que no ha pegado palo al agua en su vida (su magnífico "trabajo" como liberado sindical de la UGT o CCOO se lo ha permitido) y mamá profesora que aprobó las oposiciones en el tardo franquismo y ahora les dice que en la Transición habría que haber ahorcado a mucho franquista. 45 años  después y un país nuevo que merece un futuro, estos fanáticos que pasan por intelectuales proclaman el advenimiento de las ejecuciones liberadoras. Cuando ya todos los franquistas están muertos. Así que en esos  conciliábulos republicanos se expiden certificados de demócrata a quien buenamente a ellos le parece. Amigotes, militantes y tontos de manual que a falta de otras capacidades incorporan la ideología como una seña de identidad. 


         De las pocas virtudes que tiene, como población, CI es su privilegiada posición geográfica. Lo que para mí es suficiente. Y aunque el habitante medio tenga como señal de superioridad el que este municipio ostente el título administrativo de cabeza de partido judicial, ello es sólo debido a la citada circunstancia: una posición más o menos céntrica entre el resto de municipios de la comarca. De Fuentalbilla hacia el Este ellos es así de manera destacada. Otra cosa es su mitad occidental hasta el Júcar, donde el resto de poblaciones (Motilleja, Madrigueras, Mahora...) basculan decididamente hacia Tarazona y Quintanar, cuando no exclusivamente hacia la capital, Albacete.

         La posición geográfica sobre el conjunto de tierras en la retaguardia del Mediterráneo, la altitud de la meseta, cuyo zócalo se levanta casi 300 m de golpe desde el fondo montuoso del Cabriel -700, desde la franja litoral cuyo centro ocupa Valencia- y las condiciones climáticas de sequedad y rápida pérdida de calor durante la noche que caracteriza a todos los desiertos altos, producen el deprimente fenómeno de las nieblas matinales, que a veces no se levantan hasta pasado el mediodía, como está ocurriendo en estos últimos días de Diciembre. Las nieblas son hijas de las atmósferas de estancamiento que propicia el anticiclón de las Azores, que es el que rige el clima en el resto de España, si exceptuamos la cornisa cantábrica. De manera que a falta de lluvias generosas, el campo consigue cierta cantidad de humedad de este fenómeno. Después, cuando un sol brillante tiñe de cobalto unos cielos altísimos, la hierba rala de los sembrados y ribazos refulge como sólo por aquí he podido contemplar. Un bálsamo para el alma y pulmones estragados. 

              El fresco, más que el frío, mantiene la vegetación húmeda y brillante. Ya ha habido unas cuantas heladas suaves (-2, -3 grados). Pero cierta abundancia de lluvias que empezaron en verano (cosa inusual por estas latitudes) y se magnificaron este otoño, junto con la mencionada benignidad de temperaturas, han posibilitado un invierno amable que invita a la literatura, a la fotografía contemplativa y sin pretensiones sobre un mundo apartado que tampoco gusta de poetas e intelectuales frívolos. Tampoco de doctrinarios y farsantes que se pasan la vida intentando salvar a los demás desde posiciones privilegiadas. (La gente guay que comentaba al principio).



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