Imagino que a estas alturas decir, titular... utilizar la palabra confinamiento ya resulta redundante, aburrido. El personal está harto. Y con razón. Pensábamos allá por inicios del verano pasado, escuchando la homilía del pater del socialismo local que la masacre había remitido (recordad las palabras: "hemos vencido al virus, salimos más fuertes). Sin embargo, nos enfrentamos ya con ochenta mil muertos a las espaldas a otro escenario de tragedia y enfermedad. En Moncloa, ese reducto de genocidas sin escrúpulos, sólo le importa las elecciones catalanas; y el CIS arroja un dato que pone los pelos de punta y me lleva a la siguiente y aterradora conclusión: sólo en un país destruido moralmente como España es posible que un tipo cuya nefasta gestión llevará la carga de los cien mil muertos puede ganar las elecciones en Cataluña; lo que indica a su vez que de entre el rompecabezas que compone este país, es allí precisamente donde la ética ciudadana, social y personal carece de todo valor. A la luz de los hechos históricos siempre ha sido así; de manera que tampoco debería sorprenderme.
La imagen del confinamiento es esta misma que enseñan las fotos y el vídeo que aparecen arriba. Un escenario de soledad y borrascas árticas que te pueden matar en un instante. La cámara continúa rodando, los remontes se mecen al viento del Oeste y no hay un solo individuo caminando por el paisaje. Ningún afán, aunque sea motivado por la rutina del trabajo; ningún sueño. A veces me pregunto si no es esta clase de escenario apocalíptico el que en realidad desean los guardianes del poder socialista, que a pesar del reguero de muertes y de mentiras mantienen su empeño con rostros donde no hay atisbo de vergüenza. Si no hay moral, tampoco hay reproche: el territorio favorito para los carroñeros.
Javalambre, Albarracín, los Montes Universales, la Serranía de Cuenca, el Rincón de Ademuz y sus límites más allá de Castielfabib... Lugares mágicos, remotos y metafísicos que sugieren refugio para aquellas mentalidades arrasadas por la lucha; Tormón, el río Ebrón y su quebrada mítica donde florece la vegetación y la vida, Jabaloyas y Terriente; Alobras, el Cuervo, Valdecuenca... Son lugares a los que acudo en peregrinación hace más de 30 años. Y aunque ha habido largas temporadas en los que esto no ha sido así (otros viajes, los Pirineos, mis hijas) me consuela pensar que permanecen ahí y que puedo retomar la andadura de sus caminos si la ocasión lo requiere. El mero hecho de que hoy día esto que digo esté absolutamente prohibido los hace más atractivos que nunca. Merecen una visita en toda regla; una visita ilegal.
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