CERRO DE SAN JORGE HACIA ALBOREA Y LA SIERRA DE MARTÉS
El día 15 de Diciembre amaneció sorprendiéndonos con esta estampa decididamente ártica. (No se cómo se lo habrán tomado los nuevos profetas-milenaristas del clima; seguramente mal. Cuando la inveterada costumbre de los inviernos esteparios te arroja a la cara esta tozuda regularidad siberiana, que después de dos meses-quizá más-de heladas brutales, viento y, sí, la misma escasa y preciosa lluvia de siempre, te hace añorar el tórrido verano, esos modelos trucados que vaticinan el apocalipsis laico se ponen fastidiosamente en evidencia.) Lo anunciaron, días atrás, los meteorólogos y el 14 comenzó la gran nevada. A las 16.00h tuve la suerte de contar con la generosidad de mis jefes y pude iniciar viaje de regreso (101km de ruta por la estepa inclemente) a través de un paisaje nada tranquilizador. Entre Almansa y Ayora me atrapó el corazón de la borrasca de nieve, y unos copos enormes empezaron a cubrir la carretera (el campo, a mi alrededor, ya lo estaba). De modo que a no más de 80km/h pude llegar a la segunda de las localidades. De ahí hasta Alcalá del Júcar, un infierno de carretera helada y desaparecida bajo dos palmos de nieve, me llevó, siguiendo la peligrosa, aunque fascinante, umbría de La Hunde y Carcelén, hasta el cruce de Alatoz: pude respirar tranquilo al verme ya cerca de casa. Más de una vez pensé que, a 30km/h, no me hacía con el control del vehículo...
Este día de la estampa (el 15) salí bajo un sol radiante y a -5ºC a dar un pequeño paseo por el camino del Pocico Salado hacia la cima del otero que hemos tenido la suerte, aquí en Casas Ibáñez, de tener cerca. Un rincón para la aventura-o para planificar algunas de ellas-en este olvidado, remoto y culturalmente inerme rincón de la llanura esteparia Manchega.