La Primavera se anuncia en medio de la estepa vistiendo los almendros de fragancia y colorido. Un sencillo tono rosáceo desvaído-casi blanco-que brilla como una señal en los océanos terrosos de la campiña. Casas Ibáñez esconde su apretado y paranoico callejero tras las lindes de las parcelas superpuestas, que despejan ribazos de hierba calcinada por el hielo y la insufrible sequedad de los desiertos interiores de España. No recuerdo un invierno tan seco en los últimos 20 años,que es el tiempo que la memoria me alcanza en mi afición por el clima y sus efectos en el paisaje.
Imágenes que memorizo mientras corro (voy, quizá, por el km 10 del total: unos 12,5) y tomo con una Nikon D3100 recién adquirida al poquito de adecentarme como dios manda e hidratarme como el cuerpo precisa.
Suelo correr como un demente abstraído del mundo-muerda el frío, llueva, granice o queme el sol-enganchado a la música que fluye desde el móvil (con una calidad excepcional, por cierto) por el cablecillo de los auriculares hasta las interioridades recónditas de mi cerebro. Escucho estos días las poderosas composiciones que son más bien sinfonías plenas de electricidad del grupo estadounidense DREAM THEATER. El apabullante despliegue instrumental me empuja, pateándome los riñones para no subir de unos 4´30´´ el KM que me hacen llegar a casa resoplando como un animal.
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